Desde pequeña inventaba cuentos o dibujaba. Hija y sobrina de artistas autodidactas, siempre con un lápiz en la mano, dibujaba todo lo que tenía a mi alcance, fundamentalmente árboles o plantas y personas. Atraída por la anatomía, la naturaleza y la ciencia, e impulsada por ayudar a los demás, estudié farmacia. Sin abandonar nunca el dibujo, no me decidí a aprender distintas técnicas pictóricas hasta años más tarde. Fue en el taller de pintura La Salamandra en Madrid, donde creció mi interés por el óleo, que es hoy mi mayor fuente de expresión. Allí también hice algunas de mis exposiciones
Incorporé las libélulas a mi pintura como una forma de estar presente en esos lugares o con esas gentes
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